Tenía los ojos secos,
el alma estaba ahogada.
La risa...sólo un rictus
robándole a la cara
ese dolor profundo
detrás de su mirada .
Volvió casi a hurtadillas
tras quince años de ausencia:
la miró tras las nieblas
de dimensión vedada
y sonrió, nuevamente,
con levedad de alba.
Eran las seis en punto.
Las agujas calladas
para no despojarla
del trofeo que al tiempo
le arrebató al mirarla.
La hija hoy la recuerda
y evoca ese momento
cuando la madre santa
se acercó hasta su cama,
a decirle que aún muerta
con su alma la acompaña.
( visión en la madrugada del 23-julio-2003, fecha de aniversario)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario